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Categoría: Holistik
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Luz y oscuridad: dos caras de lo mismo
¿Alguna vez pensaste que quizás la oscuridad y la luz son parte de lo mismo? Si en vez de una línea con paz en un extremo y dolor en el otro, miramos un círculo, los aparentes opuestos se tocarían.
La mente sufre al compararlo todo con lo que cree que debería ser. Cuando no negamos la sombra, y emprendemos un camino para poder integrarla, cambia la forma de ver las cosas. Aceptar la totalidad de luz y sombra es dejar de pelear con lo que es para poder volver al presente.
Integrar no es justificar ni resignarse. Es reconocer la experiencia tal como es para recuperar libertad de respuesta. Desde ahí, lo que llamábamos problema puede volverse información, y lo que parecía amenaza puede convertirse en un umbral para transformarnos.

La unidad no borra las diferencias, porque les da un contexto donde dejan de dominar.
Esta mirada también desactiva la rigidez de las etiquetas. En lugar de “esto es bueno, aquello es malo”, aparece un continuo con matices. En ese continuo podemos movernos con menos juicio y más discernimiento.
La paz no llega por negar el dolor, sino por incluirlo sin que nos trague. Cuando dejamos de resistir, el círculo se hace visible y la energía vuelve a fluir.
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Mirar la raíz y no el fruto
¿Notaste que, frente al mismo comentario o gesto, un día respondés con calma y otro día reaccionás con enojo? Esto sucede porque no vemos el mundo como es, sino como somos. Nuestra percepción filtra la realidad. La neurociencia lo respalda: los sesgos atencionales y los estados emocionales modulan lo que registramos y cómo reaccionamos.
Esta perspectiva habilita mayor profundidad. Si alguien expresa algo desagradable, suele hablar más de su estado interno que de nosotr@s. Tomarlo menos personal reduce la reactividad y abre espacio a la empatía. Louise Hay planteaba que los pensamientos crean estados internos que se reflejan en el cuerpo y en los vínculos; cultivar un diálogo interno más amable mejora la calidad de nuestras acciones.

Mirar la raíz implica revisar creencias y hábitos. Los Cuatro Acuerdos ofrecen anclajes simples y poderosos:
- Ser impecable con las palabras.
- No tomar nada de forma personal.
- No hacer suposiciones.
- Hacer siempre lo mejor posible, según los recursos de hoy.
Aplicados con constancia, reeducan la atención y bajan el ruido mental.
La práctica es concreta. Una pausa breve para respirar, escribir lo que sentimos o preguntarnos “¿qué necesito ahora?” reajusta el sistema nervioso y amplía la ventana de tolerancia. Desde ahí, las respuestas son más claras y menos reactivas.
Cambiar el fruto empieza por nutrir la raíz.
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¿Ya conoces el código secreto de la naturaleza?
La secuencia de Fibonacci -que fue descubierta por Leonardo Pisano, también conocido como Fibonacci- es un fenómeno matemático fascinante que se manifiesta en todo lo que nos rodea, tanto en la naturaleza como en la creación humana. Se trata de una serie de números, en la que cada término es la suma de los dos anteriores (1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, y así sucesivamente), que ha capturado la atención de científicos y amantes de la naturaleza durante siglos debido a su presencia en numerosos fenómenos biológicos y geométricos.
En la naturaleza, la secuencia de Fibonacci se revela en la disposición de las semillas en las cabezas de girasoles y otras flores, así como en la disposición de pétalos y hojas en plantas diversas. Esta disposición sigue un patrón de espirales que sigue la secuencia de Fibonacci, lo que no solo ofrece un espectáculo visual impresionante, sino que también optimiza la eficiencia en la distribución de recursos para las plantas, lo que les permite sobrevivir y prosperar en entornos cambiantes.

Además, la proporción áurea, que surge de la secuencia de Fibonacci, tiene implicaciones significativas en la música, la arquitectura y otras expresiones artísticas. Se ha observado que esta proporción se manifiesta en la estructura de algunos de los instrumentos musicales más finos, así como en la arquitectura de renombrados edificios históricos, incluyendo la Gran Pirámide y el Partenón.
Estas observaciones revelan la interconexión entre las matemáticas y la naturaleza, sugiriendo una intrincada armonía subyacente en el mundo que nos rodea. La presencia de la secuencia de Fibonacci y la proporción áurea en tantos aspectos de la vida, desde el crecimiento de las plantas hasta la creación de la música y la arquitectura, nos recuerda la belleza y complejidad inherentes a nuestro entorno natural y cultural, y nos invita a explorar más a fondo las maravillas de la naturaleza y la ciencia, revelandonos, una vez más, la gran trama en la que estamos inmersos, en donde todo está interrelacionado.
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Cambiando la forma en que vemos el lujo
¿Qué es el lujo? se contrapone con el concepto de “ecológico”?
Estamos acostumbrados a hacer esta distinción, pero no hay dudas de que el concepto de lujo está cambiando.
«Los consumidores en realidad están educando a las marcas», las nuevas exigencias implican el impacto positivo con el medio ambiente. Este panorama de nuevos consumidores, trae consigo nuevas expresiones del lujo, ecológicas, y sostenibles.

Materiales reciclados, combinados con la estética y lo sutil, se convierten en los productos más atractivos del mercado. La gente no ve solo el objeto, sino su historia detrás. El valor del producto es mucho más que su belleza.
Esta industria está reconstruyendo la mirada, con el desafío de causar sensaciones de lujo, más allá de los materiales utilizados. Lo ecofriendly es trend. El mundo del futuro está pidiendo nuevos conceptos, nuevas miradas, nuevos “lujos”.
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Una vida en conexión con la Tierra
Desde que tengo memoria, la naturaleza ha sido mi refugio y mi maestra. Desde chica, mi manera de comprender muchas cosas estuvo profundamente ligada a ella. Cada momento que pasaba al aire libre, cada detalle, por pequeño que fuera, me recordaba que la vida es algo sagrado en el que todo está conectado; que no estamos separados del entorno, sino que formamos parte de un gran ecosistema vivo que nos sostiene y nos cuida.
Recuerdo pasar horas observando los detalles más simples: cómo las hormigas trabajaban en equipo cargando sobre sus espaldas un pedacito de vida mucho más grande que ellas; cómo el canto de los pajaritos al amanecer se convertía en un concierto privado; o cómo se iba desarrollando una nueva vida con cada brotecito de las plantas y árboles, especialmente en primavera. Esas pequeñas escenas me enseñaron desde muy temprano que la vida es un entramado de relaciones invisibles, donde cada ser tiene un propósito y cada gesto deja huella. No necesitaba demasiado: bastaba mirar alrededor para sentir que formaba parte de algo inmenso y sagrado.
Así fué que, con los años, comprendí que no somos dueños de este planeta, sino parte de él. Los animales, las plantas, el agua, el aire… todos formamos un mismo ecosistema que respira y late en equilibrio. Cuando rompemos esa armonía, nos lastimamos a nosotros mismos. Cuando la cuidamos, florecemos junto con ella.
La vida me llevó a estudiar, a formarme y a transitar espacios que parecían alejados de aquella niña curiosa que hablaba con las plantas y abrazaba los árboles. Pero en realidad, nunca me alejé. Esa conexión profunda con la naturaleza se convirtió en mi brújula, en la voz interior que me recordaba que el verdadero éxito no está en acumular, sino en respetar, cuidar y agradecer.
Hoy, miro hacia atrás y sonrío al reconocer que todo lo que soy nació de esos pequeños momentos de contemplación. Fue allí, en la infancia, donde descubrí que el agua no es solo agua: es memoria y movimiento. Que los árboles no son solo madera: son guardianes del tiempo. Que los animales no son recursos: son compañeros de viaje con quienes compartimos el mismo hogar.
Sé que vivimos en un mundo que nos empuja al ruido, a la prisa, a la desconexión. Pero también sé que cada uno de nosotros puede elegir detenerse, respirar y volver a escuchar el latido de la Tierra, porque ese latido también es el nuestro.
Creo firmemente en la fuerza de los pequeños actos. No necesitamos gestos heroicos ni grandes discursos para generar un cambio; necesitamos conciencia cotidiana. Apagar una luz, elegir productos responsables, plantar un árbol, reducir plásticos, cuidar un animal, respetar a quienes nos rodean: son acciones sencillas, pero cuando se multiplican en una comunidad, pueden transformar realidades enteras.

Estamos viviendo un momento único de la historia: el planeta nos está pidiendo un nuevo pacto. Nos muestra, con claridad y urgencia, que debemos cambiar nuestra manera de relacionarnos con él. Ya no podemos seguir viendo a la Tierra como un recurso inagotable, sino como un hogar compartido que requiere cuidado, gratitud y reciprocidad.
Mi invitación es sencilla, pero poderosa: volvamos a mirar con los ojos del corazón. Sentir gratitud por cada vaso de agua, por cada alimento que llega a nuestra mesa, por cada árbol que nos regala oxígeno. Volvamos a tratarnos entre humanos, y también con los demás seres vivos, desde el respeto y la empatía. Permitámonos detenernos, observar un amanecer, caminar descalzos sobre la tierra, sentir la energía de un árbol al abrazarlo, honrar la vida que nos rodea.
Creo que el cambio profundo empieza ahí, en los gestos cotidianos, en la conciencia de que nuestras acciones —por pequeñas que parezcan— tienen el poder de transformar. Sembrar una semilla, reducir un desecho, cuidar un animal, elegir con amor lo que consumimos: todo cuenta.
Si cada persona pudiera detenerse un instante cada día para reconocer esa conexión, el mundo sería distinto. Las decisiones que tomamos —como individuos, familias y comunidades— estarían atravesadas por un sentido más profundo de respeto y responsabilidad.
Porque, al final, todo se resume en algo muy sencillo y poderoso: si cuidamos al planeta, el planeta nos cuida. Y ese, quizás, sea el compromiso más sagrado que podemos honrar en esta vida.
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La Pachamama, la influencer de todos los tiempos
“El mundo del estar no supone una superación de la realidad sino una conjuración de la misma… El mundo del ser, o sea, el occidental, aparentemente ha resuelto el problema de la hostilidad del mundo mediante la teoría y la técnica.” Rodolfo Kusch, América Profunda.
Cuando Kusch habla del estar se refiere al mundo indígena, el hombre estático que observa y hace reverencia a la naturaleza, en contraste con el mundo del ser, el hombre moderno, que es dinámico y busca la individualidad usando la ciencia y la teoría para superar y enajenar a la diosa, la madre tierra.
Pero hoy sabemos que “superar” a la naturaleza no es más que una distopía, no sólo imposible sino indeseable. Tenemos por delante un futuro incierto enfrentando cambios climáticos que no se pueden predecir, especies en extinción y fallas en los ecosistemas donde el sesenta por ciento de la biodiversidad del planeta desapareció en cuarenta años.
En consecuencia, el campo del diseño, que actualmente se encuentra en la intersección entre la antropología, ecología e innovación, está en un momento pivotante, expandiéndose para enfrentar problemas complejos que requieren robustas respuestas.
Para lograrlo hay que romper los viejos paradigmas del hombre moderno. Izaskun Chinchilla, arquitecta española, analiza el término paradigma del filósofo Thomas Kuhn y lo extrapola al mundo del diseñador. En su análisis explica cómo los diseñadores nos hemos alejado de la naturaleza y estamos en cierta forma controlados por universidades e instituciones, quienes nos han dado “las soluciones”.
En consecuencia, nos limitamos a recombinar una hipótesis intentando encajar los problemas de diseño dentro de una misma receta con los mismos ingredientes. Pero perder el contacto con la naturaleza significa no reconocer la solución que subyace en el problema.La arquitectura tiene consecuencias inmediatas e implicaciones duraderas. El verdadero origen del término sustentabilidad viene de las tribus nativas Iroquois de Norte América y su Principio de la séptima generación que consiste en considerar cómo las acciones afectarán a la séptima generación después de ellos.

Al observar e interactuar con lo natural de cada lugar, los pueblos indígenas logran conectar al individuo con el ecosistema diseñando una relación simbiótica. La simbiosis es el famoso “ganar ganar”; la manera en que el individuo puede formar parte de la naturaleza y garantizar la supervivencia de ambos.
Uno de los ejemplos más innovadores de infraestructura indigena son los puentes de raíces vivientes de la tribu Khasis en Meghalay en el norte de India. Es un lugar que tiene fuertes monzones y las precipitaciones suben a niveles altos que cortan las rutas entre aldeas. Los Khasi han tomado en consideración el crecimiento biológico y desarrollo del ficus elástica, árbol que para ellos es una especie sagrada de gran importancia, y han “guiado” sus raíces en forma de tejido para construir puentes que pueden resistir hasta cincuenta personas. Hay que destacar que el desarrollo de las raíces es debido a las fuertes lluvias, es así como una inundación destructiva se transforma en un diseño innovador; el problema es la solución.
Este y muchos ejemplos los encontramos en el libro de Julia Watson, Design by radical indigenism, que funciona a modo de catálogo de soluciones innovadoras en distintos ecosistemas del planeta.
Escalar estas tecnologías dentro de grandes ciudades podría ofrecer un camino para reducir exponencialmente la huella ecológica del ser humano y mitigar el colapso pronosticado. Concebir lo primitivo como innovador puede catalizar un cambio global dando resultados icónicos, originales y muy sofisticados que funcionan dentro de complejos ecosistemas.
Es por lo tanto la tarea del diseñador seguir a la gran influencer de todos los tiempos, que siempre está marcando la tendencia del lugar.
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¿Cómo podemos hacer para estar presentes?
Estar presentes nos permite estar integrados, estar alineados con lo que verdaderamente somos, tener una visión más amplia y más consciente sobre nosotros mismos y el entorno. Nuestra mente tiende a saltar de un lado a otro, malgastando recursos, preocupándose por cosas fuera de nuestro control que generan pensamientos rumiantes, que van y vienen, como una vaca de 7 estómagos.
Para encontrar este foco, estar en el aquí y ahora es la forma, conectados con nuestra experiencia interna y, aprovechando el reflejo de esta que me ofrece lo externo.
El gran aprendizaje está en poder observarse. Poner el foco de la atención hacia adentro. En la escuela esto no siempre queda claro, ya que cuando el maestro o maestra nos dice “estén atentos”, normalmente no nos están enseñando cómo hacerlo. Incluso llegamos a disociarnos de lo que nos pasa, poniendo la atención afuera.
Porque, en realidad, en la auto observación, , la atención tiene que ver con una sensación física que la acompaña siempre, que nos recuerda la existencia de nuestro cuerpo, y por ende, de nuestro presente. Las emociones también quedan registradas en nuestro cuerpo a través de las sensaciones.
Tip para la concentración:
Cuando mi mente salta como un mono, traer mi atención al cuerpo físico y sus sensaciones me trae al presente.
Por ejemplo :
Llevo mi atención a mi dedo gordo del pie, hago un movimiento interno físico y puedo registrar la sensación asociada. A partir de estas sensaciones, puedo observarme y prestarme atención, y sentir como me siento?
Que es la concentración?
No es más que esta misma sensación de atención, mantenida durante un tiempo. Se puede entrenar por tanto. Con estos ejercicios, como poner atención a nuestros pies mientras caminamos, sentir la verticalidad de mi cuerpo… encorvado? Que me está pesando ? Así aprendemos a registrar nuestra atención a través de las sensaciones del cuerpo y observarnos… hacerle un lugar a lo que nos pasa y aceptarlo para integrarlo.

Así, podemos ayudar a las personas a encontrar esa concentración, gracias a la comprensión de la auto observación. Sin embargo, muchos niños ya traen esto incorporado (in-corpore, dentro del cuerpo), y les desconectamos de sus sensaciones de atención a su propio ser exigiéndoles que “presten atención“, llena de tensión y los llevamos a una posición de defensa ante la vida, a armar un personaje alejado de su ser esencial, y esto hace que pierdan la naturalidad y transparencia propia que traemos de nacimiento.
Llenarlos de conocimientos estandarizados, también es una manera de desconectarlos, porque no damos espacio a que florezca la capacidad innata de cada uno , su potencial interno, los dones que vino a manifestar y sus propias capacidades a desarrollar.
Para ello, es necesario el autoconocimiento, la conexión con el presente y imprescindiblemente la auto observación que conlleva el respetarse a uno mismo y a los otros.
Estar en presencia plena es lo que nos permite actuar desde un lugar honesto con nosotros mismos, usar todas las herramientas que tenemos en conexión con nuestro interior, y así poder manifestarlas , y generar una gran influencia en el exterior.
Estamos aprendiendo todos juntos…
Nos acompañamos, porqué todos estamos en, unos a desaprender lo viejo y dar lugar a empezar a registrarnos desde el cuerpo…, y dejándonos volver a inspirar por los que acaban de llegar, y así, al mismo tiempo, podremos acompañarlos a manifestar lo que traen propio, sin desconectarlos de ellos mismos, por nuestro “amoroso afán” de enseñar.
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El mundo material aparece y desaparece
La única manera de acabar con la ilusión es aprender a explorar el interior de uno mismo, y experimentar la realidad de nuestra propia estructura física y mental. Esto es lo que Siddhartha Gotama hizo para llegar a ser un Buddha.
Dejando a un lado toda idea preconcebida, se examinó para descubrir la verdadera naturaleza de la estructura física y mental. Comenzando desde el nivel superficial, el de la realidad aparente, penetró hasta el nivel más sutil, y descubrió que toda la estructura física, todo el mundo material, está compuesto de partículas subatómicas, llamadas Päli attha kalapa.

Siddhartha Gotama descubrió que cada una de estas partículas consta de cuatro elementos (tierra, agua, fuego y aire) y de sus características correspondientes. Descubrió que estas partículas son los pilares básicos de la estructura de la materia, y que están surgiendo y desapareciendo constantemente, con gran rapidez, trillones de veces por segundo. En realidad no existe solidez en el mundo material; este no es más que combustión y vibraciones.
Los científicos modernos han confirmado los descubrimientos del Buddha y han probado experimentalmente que todo el universo material está compuesto por partículas subatómicas que surgen y desaparecen rápidamente. Sin embargo, esto no ha liberado a los científicos del sufrimiento, porque su sabiduría es solo intelectual. A diferencia del Buddha, no han experimentado la verdad directamente dentro de ellos mismos. Solo cuando uno experimenta personalmente la realidad de la propia permanencia, empieza a salir de la desdicha.



