Categoría: Recursos para la escucha

  • Silenciarnos para escucharla

    Silenciarnos para escucharla

    Los seres humanos en ciudades, y muchos quienes vivimos en el campo, hemos perdido el vínculo sagrado con la naturaleza. Esa delicadeza, respeto y sensibilidad que conservaron por milenios nuestras comunidades ancestrales u originarias para relacionarse con la Pachamama, o gran Madre-Espacio-Tiempo, y con sus ritmos micro y macro cósmicos. 

    Al irnos trasladando a los centros urbanos y hacernos cada vez más sedentarios fue, poco a poco, instalándose una conciencia antropocéntrica, separada de nuestra naturaleza esencial original, o sentido de unidad y unión con el todo. Junto con ello, fuimos olvidando los pagamentos, las ofrendas y las celebraciones de agradecimiento para honrar los ciclos y la continuidad a la vida, y como consecuencia perdimos nuestra identidad espiritual.

    En lugar de ser los amantes y guardianes de los ritmos, ceremonias, cantos y alabanzas a la Madre Tierra-Padre Cosmos –rol fundamental del ser humano que los pueblos indígenas todavía conservan–, nos convertimos en los estrategas, productores y consumidores de sus regalos. Olvidamos nuestra labor fundamental en el concierto de la vida, y en lugar de tomar sólo lo necesario y hacer lo que nos corresponde, nos posicionamos al centro, como los creadores, y nos tomamos todo el espacio.  Instauramos las filosofías y las ciencias para validar nuestra separación –fuente profunda del sufrimiento humano– y nos exiliamos de nuestros hermanos y familia terrestre. 

    De un día para otro, ya no podíamos escucharlos. Ya no podíamos sentir el susurro amoroso de nuestra Madre, acunándonos, tampoco las instrucciones del padre, abriendo el camino, clarificándolo. Nuestro corazón empezó a cerrarse, y ya no recibía la abundante energía con sus bendiciones sanándonos. De esta triste separación surge la intención de Pachamama Alliance de cómo ayudarnos mutuamente a recordar cómo era escuchar a la Tierra. Cómo se siente el estar íntimamente comunicados, nutridos y amados por ella.

    Lo primero que intuyo podemos hacer para volver a sentir nuestro vínculo con ella es retirar tanta atención y poder entregado a las diversas tecnologías y aparatos electrónicos. Volver a verlos como lo que son, máquinas e instrumentos, y retornar al cuerpo.  Pues es por nuestras venas por donde corren, literalmente, los ríos de la Tierra. Y es en nuestro corazón donde podemos sentir el espíritu de todos los seres. Sentir nuevamente la unión. 

    Lo segundo podría ser volver a mirarla, acariciarla. Contemplar su belleza, reconocer sus besos en el rocío, en la brisa, en el atardecer que para nosotros jamás olvida. Entrar en contacto físico y sensorial con ella. Allí están sus mensajes y cariños en las flores, en las nubes, en el canto de las aves, de los grillos, en el zumbido de las abejas o de un colibrí. Siempre nos habla, todo está sincronizado y en todas partes hay instrucciones, como nos enseña el líder ceremonial andino, Arkan Lushwala, nuestro guía en el arte de la escucha profunda a la Tierra. 

    Y lo tercero es silenciarnos, atesorar la quietud, la comunión con el vacío que somos, lo que nos permite descansar en el ser. Pues no hay escucha posible en una mente demasiado activa y antropocéntrica, que prioriza el intelecto, las emociones y las relaciones exclusivamente humanas. 

    Todo fluirá mejor si nos reubicamos en la posición y conciencia que nos corresponde: la de un integrante más en el gran árbol de la vida.

    Entonces, quizá, si humildemente nos silenciamos, si acallamos la gran corriente de ideas y pensamientos, si abrimos el corazón y nuestros sentidos físicos y espirituales, a una escucha más amplia, más vulnerable, más sutil, quizá, sólo quizá, podamos percibir el más grande de todos los regalos: la ternura amorosa, dulce y sabia de nuestra Madre. 

  • La disrupción como elemento generador en la escucha

    La disrupción como elemento generador en la escucha

    Tomar una pausa para escuchar, especialmente a nuestra madre, la Tierra, siempre va a ser una práctica energetizadora y reveladora. Es importante mencionar que la escucha es diferente según desde donde escuchamos. Ésta es una invitación a escuchar desde diferentes estados interiores y también desde diferentes espacios exteriores. La idea es tratar de romper los paradigmas de nuestra escucha cotidiana, o sea la escucha desde nuestra zona de confort, para poder traspasar y transluminar nuestros puntos ciegos. Uno de los propósitos de las ceremonias indígenas tiene ese fin, el de ver más allá, el de acceder a una observación y escucha acrecentada. También el tabaco y otras plantas medicinales usadas por ellos pueden ayudar a lograr ese nivel de presencia, de observación y de escucha.

    Pero hay otro escudo que nos impide una escucha plena. Se dice que “no vivimos en el mundo, vivimos en la historia que nos contamos acerca del mundo”. Podemos tener la voz de la Madre Tierra justo en nuestro oído, incluso hablando a gritos, y por más quietos que estemos no la escuchamos porque no cuadra con el relato que nos hemos contado. Les pongo un ejemplo personal. Durante muchos años trabajé con el Programa de Inmersión de la Iglesia Luterana en México. Venían grupos de EUA y Canadá a conocer y a escuchar líderes comunitarios, a conocer comunidades en lucha y tratar de entender los efectos de las políticas globales de sus países. Estas visitas fueron una forma de disrupción a su visión del mundo rompieron paradigmas para poder escuchar de manera diferente, y luego dialogar con la nueva realidad que estaban observando. Gracias a la disrupción pudieron escuchar desde otro lugar, de pronto pudieron apreciar lo que siempre estuvo ahí. Digo siempre estuvo, porque esa misma realidad de las comunidades marginadas, comunidades en lucha, existía a 30 minutos de su casa en EU, pero allá no la podían ver o escuchar porque los mecanismos de defensa se accionaban inmediatamente.

    No escuchamos todo lo que nos rodea. Escuchar requiere una acción de provocación y disrupción. Así que la pregunta es: ¿Cómo podemos romper nuestros mecanismos de defensa para poder escuchar más allá? ¿Qué tal si fuéramos a una comunidad marginada, popular, a la que normalmente llamamos “pobre», y nos sentáramos ahí a escuchar a la Tierra? ¿Y si nos reuniéramos a escuchar a la Tierra junto a una persona o un grupo con quien no estamos de acuerdo? No digo que esté mal ir a ese lugar en la naturaleza que nos llama para tomar una pausa y reflexionar; no es una cuestión de una u otra forma de escuchar. La invitación es a abrir y a darnos espacio para escuchar desde diversos puntos del campo social y natural.

    Anotate en el Día Mundial de la Escucha en Pachamama Alliance

  • Qué es un Sit Spot

    Qué es un Sit Spot

    “Los tiempos son urgentes, desaceleremos.” – Bayo Akomolafe

    En un mundo de crisis abrumadora y de estímulos que tiran de nuestra atención en mil direcciones, hay medicina en elegir ir más despacio. En sentarse. En escuchar.

    Una de las maneras más simples y poderosas de reconectar con la Tierra viva es a través de una práctica conocida como Sit Spot (punto de estar)*. No requiere herramientas especiales ni entrenamiento—solo la disposición a desacelerar, aquietarse y entrar en presencia con un lugar particular en la naturaleza, una y otra vez.

    ¿Qué es un Sit Spot?
    Un Sit Spot es un lugar al que regresas con regularidad para simplemente estar en relación con la tierra. Puede ser bajo un árbol en tu patio, sobre una roca, o en un rincón en la naturaleza dentro de un parque urbano. Lo importante es que sea accesible, relativamente tranquilo y que puedas visitarlo con frecuencia.

    No es una práctica de hacer, sino de ser. No se trata de meditar, ni de analizar… ni siquiera de intentar relajarse. Se trata de entrar en una conversación antigua con el mundo “más que humano”, con aves y brisas, piedras y suelo, luz y sombra… y aprender a escuchar.

    ¿Por qué hacerlo?
    La vida moderna ha desensibilizado a muchos de nuestra sintonía natural con la Tierra. Nos movemos entre paisajes de concreto urbano o nos vemos como individuos caminando sobre la Tierra, muchas veces sin darnos cuenta de la vitalidad, el animismo, la inteligencia y la presencia que nos rodea.

    El bosque se convierte en un “muro verde” donde no distinguimos árboles o plantas, en lugar de un ser sensible lleno de miles de especies interconectadas que se comunican entre sí.

    Un Sit Spot revierte esa tendencia. Reaviva nuestra capacidad de conexión íntima, de conocimiento profundo, de reverencia. Con la práctica constante, comienzas a notar patrones—cómo el aire o la luz cambian en ciertos momentos del día, cómo ciertas aves vienen y van con las estaciones, cómo tu propia energía se transforma dependiendo de lo que ocurre alrededor.

    Cuanto más regresas, más profundo se vuelve el vínculo. La tierra comienza a reconocerte… Y tú comienzas a recordar tu lugar en ella.

    Cómo practicar

    Elige tu lugar
    Encuentra un sitio que se sienta seguro, tranquilo y fácil de acceder. Puede ser un rincón apartado de tu jardín, un sendero que visitas a menudo o incluso un balcón con vista al cielo y a los árboles. Evita lugares donde sea probable que te interrumpan.

    Ve con curiosidad, no con agenda
    Deja atrás la necesidad de lograr o comprender algo. Preséntate con presencia y humildad. No vas allí para obtener, sino para estar con ese lugar—para escuchar, para atestiguar, para pertenecer.

    Aquieta y suaviza
    Da unas cuantas respiraciones profundas. Nota el suelo bajo ti. Permite que tu cuerpo se asiente. Lleva tu atención a tus sentidos: la sensación del aire, los sonidos alrededor, la calidad de la luz, los olores o texturas. Deja que tu conciencia se expanda suavemente, sin esfuerzo.

    Escucha con todo el cuerpo
    No se trata solo de oír con los oídos. Escucha a través de los poros de tu piel, de tu corazón, de tu cabello, de las plantas de tus pies. Afina con todos tus sentidos. Déjate mover por lo que percibes y sientes. Sigue regresando para estar en presencia con el lugar.

    Quédate de 10 a 30 minutos
    Empieza con el tiempo que te parezca manejable. Incluso diez minutos de quietud genuina pueden abrir algo. Con el tiempo, quizá quieras quedarte más. Prueba ir en diferentes momentos del día, en distintos climas y a lo largo de las estaciones para profundizar la relación.

    Cierra con gratitud
    Antes de irte, ofrece un sencillo agradecimiento. Puedes colocar tu mano en la Tierra, dejar una pequeña ofrenda (como agua o una flor), o simplemente respirar tu gratitud en el espacio. Honrar la reciprocidad de la relación es parte de lo que la vuelve sagrada.

    Lo que ocurre con el tiempo
    Con visitas regulares, tu Sit Spot puede convertirse en un santuario, un espejo, un maestro y un amigo. Puedes descubrir que surgen comprensiones sin esfuerzo. Puedes sentir la sutil compañía de los seres que te rodean. Puedes recordar que la Tierra no es un telón de fondo de tu vida, sino una comunidad viva de la que formas parte.

    En tiempos de crisis o confusión, tu Sit Spot puede volverse un lugar al que regresar en busca de claridad y guía. En tiempos de alegría, se convierte en un lugar de celebración. Y siempre, es un espacio de práctica… una práctica de humildad, reverencia y memoria.

    Encuentra tu Sit Spot. Preséntate. Siéntate. Deja que la Tierra hable. Ella ha estado esperando.

    *definición sugerida por la traducción

  • Enseñanza Arkan

    Enseñanza Arkan

    En un tiempo de gran incertidumbre, cuando la cultura dominante nos insta a innovar soluciones tecnológicas, a preguntarle a ChatGPT y/o a resolverlo todo por nosotros mismos, una verdad más profunda nos llama a volver a la alineación. Es la verdad con la que vivieron nuestros ancestros y dice: No estamos solos. No se supone que tengamos que resolver esto por nuestra cuenta. La vida sabe cómo guiarnos—si aprendemos a escuchar. Este es el corazón de la enseñanza compartida por Arkan Lushwala, líder ceremonial peruano y consejero y aliado de larga trayectoria de la Pachamama Alliance. Su invitación no es un llamado a la acción en el sentido convencional, sino un llamado a la presencia, a la humildad y al vínculo. Es una invitación a recordar el arte sagrado de escuchar—no solo con los oídos, sino también con el cuerpo, con el corazón y con el espíritu. Arkan nos pide “recordar cómo recibir instrucciones—no de otros humanos, sino del mundo espiritual, de la tierra, de la arena, de las estrellas, del universo… Pertenecemos a algo mucho más grande que nosotros, como una célula pertenece a un cuerpo. Y la inteligencia de ese cuerpo guiará a esa célula”. Durante miles de años, nuestros ancestros supieron cómo recibir instrucciones. Sobrevivieron cataclismos—glaciaciones, inundaciones, migraciones—sintonizando con la inteligencia mayor de la propia vida. No tenían títulos ni teléfonos celulares. Escuchaban—los árboles, las piedras, el espíritu que anima todas las cosas. Hoy, en medio del colapso ecológico y la desconexión cultural, esa capacidad no se ha perdido, pero debe ser recordada. Y el primer paso es soltar la ilusión de que debemos—o siquiera podemos—resolver todo solos. “Hay buena información en la mente”, dice Arkan, “pero es claramente insuficiente. Estamos en peligro. Estamos en emergencia. Y la Tierra, el universo, la vida que nos rodea—ellos poseen mucha más sabiduría que nosotros sobre cómo preservar, desarrollar y regenerar la vida”. Para acceder a esa sabiduría, debemos silenciar el ruido de nuestras agendas personales. Si nos acercamos a la Tierra pidiendo solo lo que queremos, movidos por el miedo, la ambición o la urgencia, nuestra escucha se nublará. Corremos el riesgo de oír únicamente el eco de nuestros propios deseos. Arkan nos invita a considerar que “lo que obstaculiza la escucha es nuestra agenda personal. Contamina el campo. Limita lo que podemos recibir. Pero cuando la dejamos a un lado—aunque sea brevemente—lo que llega no es solo para nosotros. Es para todos. La Tierra habla en un lenguaje de cuidado colectivo”. Escuchar, entonces, no es algo que hacemos para obtener respuestas—es una forma de vivir. Una práctica de restaurar el “nosotros” en un mundo dominado por el “yo”. Requiere desacelerar y sintonizar—y en esa pausa, en esa humildad, algo cambia. Requiere la disposición de acercarnos a todo como a un igual y dejarnos transformar por el encuentro. Decir: “Hola árbol, hola nube, hola piedra. Perdón por haberte olvidado. Estoy aquí ahora. ¿Podemos hacerlo juntos?” Es en estos momentos de curiosidad y verdadero diálogo cuando volvemos a la reciprocidad con la Tierra—no como buscadores ni dominadores, sino como colaboradores que saben que nuestro propósito es aportar nuestros dones al florecimiento de la vida. Este es un antídoto profundo al mito del salvador individual. La Tierra no nos pide ser héroes. Nos pide ser buenos escuchas. Volver a la conversación. Reintegrarnos al círculo de la vida con humildad y respeto.

    Este tipo de escucha no es un camino solitario—debe ocurrir en comunidad. Cada uno de nosotros recibe distintos fragmentos de guía. Solo cuando compartimos, atestiguamos y entrelazamos estos hilos juntos, surge una respuesta coherente y colectiva. “Todos reciben una parte de las instrucciones”, enseña Arkan. “Nadie sostiene el todo. La visión completa solo se forma cuando juntamos nuestras partes—no para competir o imponer, sino para co-crear. Cuando hacemos esto, algo vivo comienza a tomar forma frente a nosotros. Lo sentimos. Tiene un corazón”. ¿Y qué es lo que escuchamos? No soluciones para nuestra supervivencia, sino la posibilidad de habitar una manera respetuosa de ser humanos—una enraizada en la pertenencia sagrada. “Lo que necesita cambiar no es solo nuestra tecnología—es nuestra cultura”, nos recuerda Arkan. “Una cultura de plenitud, de reverencia, de reciprocidad. Una cultura en la que nadie se sienta solo”. Para construir esa cultura, debemos aprender a escuchar con el cuerpo. Sabremos que vamos por el camino correcto no por la lógica, sino porque lo reconoceremos en el sentir. Podemos empezar de manera sencilla. Con una piedra, con una planta de casa o con una hormiga. Nos presentamos. Hacemos ofrendas. Damos gracias. Y al hacerlo -si disminuimos la velocidad, nos abrimos y recordamos cómo oír- nos convertimos en antenas de algo antiguo y emergente: de las instrucciones originales que la vida siempre nos ofrece. Arkan ofrece un recordatorio poderoso: “No decidimos el cambio. Somos parte de la Tierra, y la Tierra está cambiando. Nuestra tarea es escuchar cómo participar en ese cambio con amor, humildad y profundo respeto”. Escuchemos y participemos en esta danza del cambio—juntos.

    Práctica sugerida. Elige una planta de tu casa y siéntate en silencio junto a ella. Respira unas cuantas veces para llegar y hacerte presente. Salúdala y preséntate—en silencio o en voz alta—y ofrécele tu atención con cuidado. Da gracias por su presencia y por lo que aporta a tu hogar y a tu vida. Luego, simplemente escucha. No con tus pensamientos, sino con tu cuerpo. Nota las sensaciones, los sentimientos, las imágenes o los cambios en tu conciencia. No se trata de encontrar respuestas, sino de recordar cómo estar en vínculo—con respeto, humildad y reverencia por toda la vida.

  • Rootsongs, escuchar la Tierra

    Rootsongs, escuchar la Tierra

    Este texto fue escrito por Lydia Brown, Matthew y Emma Nelson, miembros desde hace años de la Comunidad Pachamama Alliance del Área de Rochester, Nueva York.

    Rootsongs es un encuentro mensual de escucha de la Tierra, ofrecido a través de nuestro grupo local de Pachamama en Rochester, Nueva York. Es una adaptación de una adaptación: nació de los encuentros Sanctuary of the Wild, a su vez inspirados por el movimiento Church of the Wild de Victoria Loorz. Cuando aquellos encuentros entraron en hibernación la pasada primavera, abonaron el suelo para una nueva semilla. Rootsongs brotó en mayo y hasta ahora hemos celebrado dos encuentros.

    Cada ceremonia de Rootsongs es un ritual sencillo pero potente de conexión con la Tierra. Comenzamos cantando juntos, luego pasamos unos 20 minutos deambulando hasta sentir el llamado de un ser más-que-humano. Nos sentamos con ese ser, ofreciendo gratitud y un corazón dispuesto a escuchar. Después volvemos a reunirnos, compartimos reflexiones y cerramos con un canto. Todo el encuentro dura entre 1.5 y 2 horas, y tiene lugar en un parque local diseñado por Olmstead.

    Porque es donde vivimos. Mi esposa y yo, junto a nuestro hijo pequeño, hemos pasado allí muchos fines de semana y noches entre semana paseando, jugando, descansando, riendo y llorando. En nuestro primer encuentro, en mayo, estaban en flor las lilas; en junio, los rododendros mostraron su magnificencia de algodón de azúcar. Bajo toda esa belleza también habita la tristeza. Sabemos que este no es el aspecto que tenía nuestra bioregión —el oeste de Nueva York (territorio no cedido del pueblo Haudenosaunee)— para los seres que la han habitado durante milenios. Tampoco es necesariamente el modo en que la tierra quisiera estar hoy, especialmente al ver cómo especies invasoras, como la black swallow-wort, avanzan en legiones sobre campos abiertos que antes fueron bosques densos. Aunque sea un paisaje diseñado —muy distinto de cómo lució alguna vez— para nosotros tiene un profundo significado. Hemos compartido tiempo con sus árboles: robles, pinos, arces, castaños. Y hemos descubierto que, incluso si no son originarios de esta bioregión, todavía tienen mucho que ofrecer… y mucho que podemos ofrecerles en retorno.

    Este texto fue escrito por Lydia Brown, Matthew y Emma Nelson, miembros desde hace años de la Comunidad Pachamama Alliance del Área de Rochester, Nueva York.

    Rootsongs es un encuentro mensual de escucha de la Tierra, ofrecido a través de nuestro grupo local de Pachamama en Rochester, Nueva York. Es una adaptación de una adaptación: nació de los encuentros Sanctuary of the Wild, a su vez inspirados por el movimiento Church of the Wild de Victoria Loorz. Cuando aquellos encuentros entraron en hibernación la pasada primavera, abonaron el suelo para una nueva semilla. Rootsongs brotó en mayo y hasta ahora hemos celebrado dos encuentros.

    Cada ceremonia de Rootsongs es un ritual sencillo pero potente de conexión con la Tierra. Comenzamos cantando juntos, luego pasamos unos 20 minutos deambulando hasta sentir el llamado de un ser más-que-humano. Nos sentamos con ese ser, ofreciendo gratitud y un corazón dispuesto a escuchar. Después volvemos a reunirnos, compartimos reflexiones y cerramos con un canto. Todo el encuentro dura entre 1.5 y 2 horas, y tiene lugar en un parque local diseñado por Olmstead.

    Porque es donde vivimos. Mi esposa y yo, junto a nuestro hijo pequeño, hemos pasado allí muchos fines de semana y noches entre semana paseando, jugando, descansando, riendo y llorando. En nuestro primer encuentro, en mayo, estaban en flor las lilas; en junio, los rododendros mostraron su magnificencia de algodón de azúcar. Bajo toda esa belleza también habita la tristeza. Sabemos que este no es el aspecto que tenía nuestra bioregión —el oeste de Nueva York (territorio no cedido del pueblo Haudenosaunee)— para los seres que la han habitado durante milenios. Tampoco es necesariamente el modo en que la tierra quisiera estar hoy, especialmente al ver cómo especies invasoras, como la black swallow-wort, avanzan en legiones sobre campos abiertos que antes fueron bosques densos. Aunque sea un paisaje diseñado —muy distinto de cómo lució alguna vez— para nosotros tiene un profundo significado. Hemos compartido tiempo con sus árboles: robles, pinos, arces, castaños. Y hemos descubierto que, incluso si no son originarios de esta bioregión, todavía tienen mucho que ofrecer… y mucho que podemos ofrecerles en retorno.