La biología cuántica del ser humano es un fascinante campo de estudio que nos conecta de manera profunda con nuestro entorno. Creemos que estamos preparados del ecosistema y actuamos desde ese lugar de “independencia”, cuando en realidad, en nuestro propio cuerpo, podemos ver nuestra relación con la luz, la vibración y la estructura del agua. Estos elementos además de estar presentes en nuestro organismo, son fundamentales para su supervivencia.
De la misma manera, nuestra relación con el sol y la Tierra es más íntima de lo que podríamos imaginar. Los electrones que provienen de estas fuentes se absorben en nuestro cuerpo y contribuyen a la carga necesaria para impulsar nuestra biología. Esta carga es vital para el funcionamiento de nuestro organismo, y se crea gracias al agua estructurada que recubre nuestras células y tejidos, generando una zona rica en protones que puede encender una bombilla.
Además, la luz solar juega un papel crucial al interactuar con la mitocondria en nuestro sistema nervioso. Esta interacción puede tener efectos beneficiosos en la salud de nuestros nervios, entre otras cosas. Esto subraya nuestra conexión intrínseca con la naturaleza y nos recuerda que somos una parte integral del ecosistema.
La energía de la luz, la vibración y el agua guía procesos biológicos en plantas, animales y seres humanos. Es crucial reconocer esta interconexión y entender nuestro papel en el cuidado de nuestro entorno. La biología cuántica nos enseña que estamos inmersos en un sistema complejo y que es nuestro deber atender a todos sus aspectos para mantener la salud tanto de nosotros mismos como del planeta.
Si negamos que somos seres interrelacionados con todo lo que nos rodea, es fácil perder nuestro lugar dentro del ecosistema, y terminamos dañandonos a nosotrxs mismxs sin darnos cuenta.
Es momento de cambiar la perspectiva para tomar decisiones más conscientes y coherentes, recordando que no somos seres aislados, sino que somos una parte de una gran trama universal.