Un propósito se diferencia de un plan en la medida que el plan te muestra un solo camino, mientras que el propósito abre la puerta a muchos planes para poder cumplirlo. Es decir, que si tenemos un verdadero propósito, la manera en la que lleguemos no es tan importante como tener una intención sincera. Si la intención está, el plan puede configurarse, pero no al revés.
Por experiencia, sabemos que nuestros planes son muy susceptibles. La pandemia fue un claro ejemplo de que por mucha planificación que tengamos, existen cosas que nos superan y nos dan vuelta todo el calendario. Pero, si tenemos un propósito claro de lo que queremos lograr, hacer, transformar o generar, la manera va a aparecer de alguna forma u otra. Tanto para con nosotros mismos como con el planeta, podemos establecer propósitos que nos darán una dirección de enfoque y una aspiración hacia dónde queremos llegar.
El propósito es más que palabras: es un marco de referencia que nos guía en nuestras acciones y decisiones, para llegar al fin que perseguimos; nos aporta coherencia e integridad y nos moviliza hacia la transformación.
Algo importante a tener en cuenta es la ética de nuestro propósito; es decir, que haya una concordancia entre lo que decimos, sentimos, pensamos y hacemos. Tener en claro el “¿para qué?” y no perder de vista esta razón, a la hora de actuar. Y vos, ¿ya sabes cuál es tu propósito?