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Luz y oscuridad: dos caras de lo mismo
¿Alguna vez pensaste que quizás la oscuridad y la luz son parte de lo mismo? Si en vez de una línea con paz en un extremo y dolor en el otro, miramos un círculo, los aparentes opuestos se tocarían.
La mente sufre al compararlo todo con lo que cree que debería ser. Cuando no negamos la sombra, y emprendemos un camino para poder integrarla, cambia la forma de ver las cosas. Aceptar la totalidad de luz y sombra es dejar de pelear con lo que es para poder volver al presente.
Integrar no es justificar ni resignarse. Es reconocer la experiencia tal como es para recuperar libertad de respuesta. Desde ahí, lo que llamábamos problema puede volverse información, y lo que parecía amenaza puede convertirse en un umbral para transformarnos.

La unidad no borra las diferencias, porque les da un contexto donde dejan de dominar.
Esta mirada también desactiva la rigidez de las etiquetas. En lugar de “esto es bueno, aquello es malo”, aparece un continuo con matices. En ese continuo podemos movernos con menos juicio y más discernimiento.
La paz no llega por negar el dolor, sino por incluirlo sin que nos trague. Cuando dejamos de resistir, el círculo se hace visible y la energía vuelve a fluir.




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