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Mirar la raíz y no el fruto
¿Notaste que, frente al mismo comentario o gesto, un día respondés con calma y otro día reaccionás con enojo? Esto sucede porque no vemos el mundo como es, sino como somos. Nuestra percepción filtra la realidad. La neurociencia lo respalda: los sesgos atencionales y los estados emocionales modulan lo que registramos y cómo reaccionamos.
Esta perspectiva habilita mayor profundidad. Si alguien expresa algo desagradable, suele hablar más de su estado interno que de nosotr@s. Tomarlo menos personal reduce la reactividad y abre espacio a la empatía. Louise Hay planteaba que los pensamientos crean estados internos que se reflejan en el cuerpo y en los vínculos; cultivar un diálogo interno más amable mejora la calidad de nuestras acciones.

Mirar la raíz implica revisar creencias y hábitos. Los Cuatro Acuerdos ofrecen anclajes simples y poderosos:
- Ser impecable con las palabras.
- No tomar nada de forma personal.
- No hacer suposiciones.
- Hacer siempre lo mejor posible, según los recursos de hoy.
Aplicados con constancia, reeducan la atención y bajan el ruido mental.
La práctica es concreta. Una pausa breve para respirar, escribir lo que sentimos o preguntarnos “¿qué necesito ahora?” reajusta el sistema nervioso y amplía la ventana de tolerancia. Desde ahí, las respuestas son más claras y menos reactivas.
Cambiar el fruto empieza por nutrir la raíz.





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